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sábado, 30 de marzo de 2024

RECONOCER se lee igual al derecho que al revés.

Uy madre! cuánto tiempo ha pasado desde que, con la ilusión de una colegiala infantil, comencé a escribir en este blog.


El otro día lo estuve echando un ojo, lo encontré polvoriento y abandonado, incompleto, pero me enterneció mucho reconocer mi entusiasmo en cada una de las entradas del principio, me emocioné recordando aquellos tiempos, aunque bien es cierto que jamás los olvidaré, permanecerán vivos en mi memoria por muchos motivos, aunque tenga que dormirlos a veces, pues por mucho que no quiera algunos me duelen, pero son míos, forman parte de mi historia, de la historia de mi vida, en un momento determinado de mi tiempo en la tierra.

Quiero reafirmar mi vocación por la profesión, es una vocación de ayuda, es una entrega de amor, de comprensión y humanidad hacia todo aquel que necesita, bien porque no puede, bien porque no sabe, ya sea porque se ha olvidado o porque puntualmente precisa atención en alguna o varias facetas de su existencia.
Me sigue entusiasmando el trabajo que elegí, sobre todo con las experiencias vividas y las que viviré, no hay una igual a otra cuando trabajas con personas y con familias, cuando entras a formar parte de su vida y a veces de su muerte.

Reconocer es complicado, pero también es lo mejor que puedes hacer para tomar medidas.
Creo que por eso la palabra reconocer da igual como la leas, del derecho o del revés, viniendo a demostrar así su rotundidad.
Reconocer significa distinguir o identificar una persona, cosa o situación por sus características propias.


En estos años, que son pocos para demostrar méritos en oposiciones, pero intensos y muy arduos siendo consciente de lo que está pasando y de las presiones a las que nos someten las empresas e instituciones, atentando contra los derechos humanos de pacientes, residentes, clientes, usuarios, familiares y trabajadores de atención directa, me ha dado tiempo a reconocer que no se puede hacer el trabajo que nos encomiendan en las condiciones que pretenden.
He reconocido también que un trabajo asistencial, no puede llevar implícito el sacrificio físico, emocional y psicológico de quien lo desempeña.
Y quien no sepa de lo que estoy hablando, pensará, pues claro que no, tienes que distinguir entre el trabajo y tu vida, no puedes implicarte de tal modo que atente contra tu salud en el amplio espectro de la palabra, haz lo que te corresponda lo mejor que puedas o sepas y despreocúpate del resto.
Esta retahíla es muy común cuando expresas tus inquietudes y desavenencias, hay quien lo tiene clarísimo sin haber estado jamás en un centro de trabajo asistencial, con personas con movilidad reducida, con algún sentido perdido, ya sea el oído, ya sea la vista, ya sea la cognición con todo lo que ello implica, obesidad, hemiplejias, tetraplejias, dificultad para deglutir, incapacidad para hablar, enfermedades neurodegenerativas, enfermedades psiquiátricas, adicciones, soledad, abandono, pérdida, depresión, anorexia, tristeza, apatía, 

Es así de claro, simple y honesto, NO SE PUEDE HACER. Hay quien dice después de un terrible turno de trabajo, el trabajo ha salido, ha salido, así como si fueran panes del horno que finalmente salen recién horneados. Se ha de RECONOCER que NO SE TRATA DE QUE SALGA, SINO DE COMO SALE, dejando pedazos por el camino, ya sean suyos o de la persona a la que atienden. Seguramente un día le tocará a un paciente, otro a un compañero o compañera y todos los días, sufriendo estrés, cansancio, esfuerzo físico y sobre todo frustración, por querer y no poder, por el silencio, por conservar un puesto de trabajo precario que te proporciona un salario, que te lleva en muchas ocasiones a ser pobre aunque estás trabajando con los descansos previstos, por visualizar cada día las diferentes realidades, por estar cerca de la enfermedad, de la ancianidad, de la soledad, de la tristeza, de las pérdidas, de los abandonos y de la impotencia.

La atención directa, la entregan aquellos trabajadores que tienen que atender directamente a las personas que estando en la cama, necesitan ayuda para levantarse, asearse, secarse, hidratarse, vestirse, hacer su cama, alimentarse, beber agua, algunos para respirar, muchos para eliminar sus deshechos, otros tantos para caminar, para sentarse...
Mi experiencia ha sido enriquecedora, sin duda, pues he tenido la gran fortuna de acompañar a muchas personas en momentos especiales o cruciales de su vida, no cambiaría ni a una sola de ellas. Pero el sufrimiento que me ha acarreado es proporcional a la intensidad con la que he desarrollado mi trabajo.

Cómo se puede trabajar a medias o solo un poco o priorizando como si siempre estuviéramos en una emergencia, en un hospital de campaña, en un triaje. Qué ocurre cuando día tras día no tienes material ni herramientas necesarias para poder realizar tu trabajo en condiciones, o cuando lo que falta es personal de atención para atender a los mismos residentes. No puedes dejar de atender a nadie aunque exista  una merma en los profesionales, eso conlleva que si habitualmente atiendes una media de 7 u 8 personas, se convierten en 10 ó 12. Cualquiera que tenga dos dedos de frente, se hará una idea aproximada de lo que significa en términos de salud laboral.

Lo triste de todo esto, es que finalmente reconozco que nada de lo expuesto se va a solucionar. Hemos pasado una pandemia, alguien se acuerda?; nos rasgamos las vestiduras con la situación que se suscitó en las residencias de mayores, precaria desde mucho antes de que ocurriera la catástrofe mundial. Y qué? Ha pasado algo? Ha cambiado algo? No. Solo siete mil y pico mayores fallecidos ante los ojos despavoridos de los que intentábamos ayudarles con la certeza de que nada podíamos hacer para frenar lo que ocurría, ya que los éxitus eran por minuto, y aquí paz y después gloria. Reconozco a los que ya se han olvidado.




HAZ LO MEJOR QUE PUEDAS CON LO QUE ESTÁ EN TU PODER

 

“Haz lo mejor que puedas con lo que está en tu poder y toma el resto como suceda” Epicteto

A bote pronto esta filosófica frase exime de responsabilidad con respecto al resto, a lo que no está en tu poder que hay que tomar como suceda, sea lo que sea, sin afectación, simplemente aceptándolo, porque como bien sabemos, no está en nuestro poder.

Yo me pregunto qué es lo que está en nuestro poder, hasta donde llega nuestro poder, nuestra responsabilidad, aquello que debemos hacer lo mejor que podamos porque si está en nuestro poder.

Cuando eres un profesional con compromiso de vocación, se supone que tiene que haber una línea divisoria que te indique el límite o indique el rebose de tu capacidad diaria de entrega y ayuda, esa con la que ya te sientes bien, ya has cumplido, tus arcas están llenas de benevolencia y te encuentras satisfecho con tu trabajo del día. De lo contrario, si no se establece esa franja porque su horizonte es infinito, lo que ocurre es que te embulles en un laberinto lleno de trampas emocionales, psicológicas y físicas.

Eliges una profesión con la idea romántica de proporcionar asistencia social, sanitaria, entregar apoyo psicológico, acompañar y desdramatizar en momentos críticos que pueden asaltar a cualquiera en la vida y a todos, cuando de lo que hablamos es la senectud, la incapacidad inherente, la pérdida de los sentidos, de los recuerdos, en definitiva de la propia vida que se escapa y el proceso a veces es muy doloroso, aunque tenemos toda una vida para prepararnos, el final nunca sabemos cuándo ni cómo va a ser.

Trabajar con y para personas que han llegado a su última etapa de vida, que han perdido su cognición por estar afectados por algún tipo de demencia, tienen la movilidad reducida por la edad avanzada o por alguna dolencia propia del envejecimiento, han perdido algún sentido, ya sea la vista, el oído o todos y la capacidad de comunicarse ha desaparecido, están sumidos en un enorme silencio, plagado de tristeza por todas las pérdidas en su haber, es tarea ardua que requiere de unas destrezas incalculables, grandes dosis de humanidad, conciencia, empatía, infinita paciencia y algunos conocimientos específicos, para saber detectar y comunicar  signos, síntomas; y bajo mi punto de vista, también saber detectar gustos, disgustos, manías e inapetencias, aporte que facilita la eficacia en la relación de ayuda asistencial.

La desolación y frustración es de una índole grandiosa, cuando descubres cómo está planteado el trabajo que con tanto entusiasmo tú querías desempeñar.

Se te caen los palos del sombrajo al descubrir a grandes rasgos, que llegado el momento, cuando dejamos de ser productivos y representamos un gasto sociosanitario para una sociedad de consumo, capitalista, sin valores y deshumanizada, te conviertes en algo indescifrable, solo las grandes empresas farmacéuticas se frotan las manos en las convenciones de la organización mundial de la salud, calculando las fabricaciones multibillonarias que se embolsarán con los “viejos” de las residencias y del planeta, a lo que sumarán lo del resto de población enferma o que enfermará en breve por este trajín que llamamos vida.

Te das cuenta de que hasta las víctimas pueden tener sus propias e involuntarias víctimas, que los trabajadores que deciden dedicar su vida laboral a la atención sanitaria directa, a estar a pie de cama, a llevar la cuña y vaciarla, a cambiar los pañales, a retirar vómitos, flemas, a duchar, a vestir, a alimentar a aquellos que no pueden hacerlo por sí mismos, ayudar a los que tienen dificultad para hacerlo, a supervisar a los que lo hacen autónomamente, a administrar medicamentos y tratamientos pautados, a aquellos que escupen la medicación, aquellos que no pueden tragarla por problemas de deglución, triturar, esconder, convencer, acompañar, arropar, consolar; esos no existen para nadie.



Estamos totalmente defenestrados. Sin entrar en valoraciones de títulos, grados, carreras y másteres del universo, la sensación es de pertenecer a una tropa de la edad media, esos pobres aldeanos reclutados por los terratenientes y señores, los que iban en primera línea de batalla armados de palos y piedras para defenderse ante los que iban a caballo con lanzas y un ejército que lanzaba bolas impregnadas de aceite flameante.

Se precisa de una renovación urgente del plan de cuidados existente, que lejos de estar centrado en la persona, se centra hoy día en un rebaño de alguna especie, en el que los cuidados son diarios también, pero existen diferencias que todos sabemos discernir.

No se puede seguir adelante así, basta ya de permanecer en el olvido, ellos y nosotros.

Aquí no se pide aumento de nómina, lo que se está solicitando es ayuda, conciencia, dotación de personal, que se cubran las bajas del personal que cae agotado y la mayoría están puestos en tela de juicio por su incapacidad transitoria, se nos quiere hacer ver que los empleados se dan de baja ellos solos, infravalorando la atención médica de atención primaria, que son los que emiten las incapacidades transitorias en base a criterio médico. Nos enfrentan y mientras la crítica situación de todos se acrecienta.

Como me gustaría ver a las personas competentes, atendiendo una tarde en cualquiera de las plantas de la institución donde trabajo, de 15:00 a 22:30 h, acostando al final de la jornada a  una media de 8 a 10 personas grandes dependientes, muchos de ellos demenciados, con crisis de agresividad, sin entrar en los motivos, ya que son muchos los que pueden llevar a una persona con cierto tipo de demencia a tener una crisis, no vayan a salir ahora los enterados que no han puesto un ojo encima de un enfermo de esas características, a dar sus versiones o sus remedios.

Hay que estar día a día y sentir como duele todo el cuerpo, el ritmo de trabajo es frenético, no llegas a todo, te proporciona un estado de estrés traumático difícil de superar cuando estás expuesta a diario a batallas imprevisibles, teniendo la única responsabilidad del cuidado y la atención, aunque

 “vayan a morir de todas formas”. (Isabel Díaz Ayuso).

 

 

 

 

 

lunes, 18 de septiembre de 2017

El triste concurso


(Todo parecido con la realidad, es mera coincidencia, lo que aquí se describe es fruto de la imaginación sobredimensionada de su autora y el extravagante sentido del humor que la caracteriza, conviertiendo situaciones dramáticas en escenas cómicas y sub?realistas?.)

Los participantes al concurso se agolpan en el control de enfermería, son exactamente poco antes de las 8 a.m. de un día cualquiera, llevan uniforme blanco que consta de:  pantalón con goma en la cinturilla y casaca con bolsillos, en los que guardan su equipo de protección individual, guantes de vinilo. Los más veteranos en el concurso llevan también, cortauñas, pinzas, tijeras y un imán.  Prescinden de dorsal con número, son pocos y a veces, tristemente mal avenidos. Algunos llevan bigote, y no porque sea obligatorio, es que es común en este tipo de concursantes, por la falta de tiempo material para cuidarse, acaban tan desgastados que no pueden dedicarse a eso. Después de recoger el tutor de los que salen del concurso de noche, comienza la carrera díurna.
El concurso consiste en levantar de la cama a pulso, en ocasiones, ayudados con dispositivos en otras, en grupo,  otras tantas, a personas de edad avanzada con movilidad reducida , que carecen, en la mayoría de los casos, de algún sentido, ya sea el oído, la vista, que son los más comunes y con sintomatologías propias de su edad o patologías asociadas, además de tener dignidad y su propia vida, con las cargas que eso acarrea. También hay que ducharles, secarles adecuadamente la piel, visualizar cualquier signo de alerta, hidratarles, proteger la zona perianal ante posibles lesiones o irritaciones, colocar pañal, prótesis de varios tipos, así como gafas, audífonos y elegir ropa adecuada según la estación o necesidades personales del individuo que se levanta. El hándicap en muchos casos es la colocación de medias de compresión en ambas piernas o en una y que estén afectados por alguna demencia o deterioro cognitivo grave.

Se oye el pistoletazo de salida con el primer timbre encendido, al que le siguen, sin complejos, el resto de timbres de los aledaños y más allá.
Los carros de los concursantes ya están listos, pañales de varios tipos se colocan en montaña, esponjas de un solo uso y bolsas a ambos lados, una en la que se introducirá la ropa sucia y otra que sirve para los deshechos encontrados en el camino.
Como si de una pista americana se tratase, los concursantes comienzan a entrar sin piedad en las habitaciones, cada uno tiene su táctica y forma adquirida, sin entrar en detalles.
Lo que allí se encuentran puede ser en muchas ocasiones, dantesco y bizarro, pero ya no se impresionan facilmente y la velocidad es requisito indispensable para seguir formando parte del conjunto, disponen de muy poco tiempo para realizar la proeza y dejar a las personas asistidas en el comedor para el desayuno, que es la segunda parte del concurso que continuará atravesando etapas sucesivas del día, sin final previsto.