Uy madre! cuánto tiempo ha pasado desde que, con la ilusión de una colegiala infantil, comencé a escribir en este blog.
El otro día lo estuve echando un ojo, lo encontré polvoriento y abandonado, incompleto, pero me enterneció mucho reconocer mi entusiasmo en cada una de las entradas del principio, me emocioné recordando aquellos tiempos, aunque bien es cierto que jamás los olvidaré, permanecerán vivos en mi memoria por muchos motivos, aunque tenga que dormirlos a veces, pues por mucho que no quiera algunos me duelen, pero son míos, forman parte de mi historia, de la historia de mi vida, en un momento determinado de mi tiempo en la tierra.
Quiero reafirmar mi vocación por la profesión, es una vocación de ayuda, es una entrega de amor, de comprensión y humanidad hacia todo aquel que necesita, bien porque no puede, bien porque no sabe, ya sea porque se ha olvidado o porque puntualmente precisa atención en alguna o varias facetas de su existencia.
Me sigue entusiasmando el trabajo que elegí, sobre todo con las experiencias vividas y las que viviré, no hay una igual a otra cuando trabajas con personas y con familias, cuando entras a formar parte de su vida y a veces de su muerte.
Reconocer es complicado, pero también es lo mejor que puedes hacer para tomar medidas.Creo que por eso la palabra reconocer da igual como la leas, del derecho o del revés, viniendo a demostrar así su rotundidad.Reconocer significa distinguir o identificar una persona, cosa o situación por sus características propias.
Es así de claro, simple y honesto, NO SE PUEDE HACER. Hay quien dice después de un terrible turno de trabajo, el trabajo ha salido, ha salido, así como si fueran panes del horno que finalmente salen recién horneados. Se ha de RECONOCER que NO SE TRATA DE QUE SALGA, SINO DE COMO SALE, dejando pedazos por el camino, ya sean suyos o de la persona a la que atienden. Seguramente un día le tocará a un paciente, otro a un compañero o compañera y todos los días, sufriendo estrés, cansancio, esfuerzo físico y sobre todo frustración, por querer y no poder, por el silencio, por conservar un puesto de trabajo precario que te proporciona un salario, que te lleva en muchas ocasiones a ser pobre aunque estás trabajando con los descansos previstos, por visualizar cada día las diferentes realidades, por estar cerca de la enfermedad, de la ancianidad, de la soledad, de la tristeza, de las pérdidas, de los abandonos y de la impotencia.
La atención directa, la entregan aquellos trabajadores que tienen que atender directamente a las personas que estando en la cama, necesitan ayuda para levantarse, asearse, secarse, hidratarse, vestirse, hacer su cama, alimentarse, beber agua, algunos para respirar, muchos para eliminar sus deshechos, otros tantos para caminar, para sentarse...
Mi experiencia ha sido enriquecedora, sin duda, pues he tenido la gran fortuna de acompañar a muchas personas en momentos especiales o cruciales de su vida, no cambiaría ni a una sola de ellas. Pero el sufrimiento que me ha acarreado es proporcional a la intensidad con la que he desarrollado mi trabajo.